viernes, 1 de mayo de 2009

En mi cocina

Todas las noches levanto mi cabeza hacia la puerta que da a la cocina y ahí la veo, una silueta de perfil, aterradora, sin luz, sentada a la mesa leyendo. Por momentos toma el libro con una mano, lee cruzada de piernas balanceando una de ellas y me da la impresión de ser una mujer, extremadamente femenina. Pero luego cambia de posición, apoya el libro sobre la mesa, la cabeza sobre su mano, y así parece un hombre, se parece a mi, y así puede pasar horas, como yo.
Siento que debería acercarme pero no puedo hacerlo, siento terror de pensar que gire la cabeza hacia mi cama. La primera vez que la vi me dio pánico, un terror de muerte, cerré los ojos entregándome y cuando desperté ya no estaba.
Últimamente estoy tranquilo, podemos convivir durante la noche, parece que solo necesita una mesa y una silla en mi cocina. Hace un par de meses que lee y en la última semana creí que iba a terminar y buscar un poco de práctica. Pero eso no ocurrió, sigue leyendo. Estoy tranquilo, aunque cansado de la situación. Las primeras noches hubiese muerto inmóvil con los ojos cerrados pero ahora quiero al menos que me encuentre de pie. Ayer fui silenciosamente hacia el baño, no porque necesitara ir sino para medir mis posibilidades. Pareció no sacar la atención del libro y sentí que no podía engañarla, como si leyera mi mente.
Estoy aterrado por la posibilidad a interactuar, a que gire y detenga su atención en mi, a escuchar su voz, como si mi cabeza fuera a estallar a la primera vocal. Si pudiera le preguntaría si soy especial. No se porqué, pero eso quiero preguntarle.

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